No hay nada más gratificante que, en una conversación intelectual entre amigos, llegue otro amigo a sentarse a la mesa y continúe el asunto aportando su luz. Eso es lo que hace hoy Gabriel Restrepo, citado por mí en el texto “Breves consideraciones sobre el perdón”. En estas epifanías liminares entre los tiempos que nos pasan, Restrepo aporta sus reflexiones sobre el reconocimiento, el perdón y la anagnórisis en 12 párrafos.
Recíbalo, querido lector, con un don de Reveillon. Un excelente año 2023 para todos.
André Magnelli
Fios do Tempo, 01 de janeiro de 2023
Para seguir la conversación en su conjunto, lea también:
– “Breves considerações sobre o perdão”, de André Magnelli;
– “Perdão e aliança pelo justo comum”, de Paulo Henrique Martins.
Catálogo do Ateliê de Humanidades Editorial
Epifanías liminares
Perdón, comprensión y anagnórisis
Gabriel Restrepo, escritor y sociólogo.
Quinta Miraflores, Vereda Altos de Colombia, primer piso,
Inspección de Policía Santandercito del municipio San Antonio del Tequendama.
Diciembre 30 y 31 de 2022
1. Agradezco a los queridos amigos André Magnelli y Paulo Henrique Martins por esta oportunidad de meditar en este fin de año en torno al perdón como el don restaurador de la especie que vive errando (en error y en errancia). No puedo glosar sus meditaciones, pero se advertirá su huella en estas epifanías dedicadas a conversar en torno a la horizontalidad circular del verbo perdonar, mediante su nexo con la comprensión y compasión, sustantivos recíprocos, y a la necesaria reflexibilidad de su conjugación por la exigencia de perdonarse al perdonar.
2. Acudo al pasaje de San Juan en torno a la mujer adúltera, pasaje que abre el camino a la pasión de Cristo (San Juan: 8: 2-11). Es luminoso como parábola de una sagrada performance. Después de Diógenes el Cínico, Cristo fue el mayor paradigma de tal modalidad de teatro vivo. El sentido de aquella puesta en escena se comprende en la doble cita de Oseas por parte de San Mateo: “Miseridordia quiero, que no sacrificio” (Oseas 6:6-7, Mateo 9:10-13, Mateo 12:1-8). Misericordia es compasión (cum patior, en latín, Mitleid en alemán): un corazón que vibra con el dolor ajeno, al tomarlo como propio por profunda empatía.
3. Se dice que Cristo no escribió. Pero por cierto escribió en el gesto de inclinarse dos veces sobre la tierra. Vano preguntarse qué escribió con el dedo en esa pizarra natural. Pues la respuesta es obvia: escribió sobre la tierra. Y si se insiste en preguntar por el contenido, la respuesta es asombrosa: escribió y se inscribió él sobre la tierra. Suprema lección de la caridad con la faz de la misericordia. Uno pensaría en asociar tal lección magistral al Deus, sive natura de Spinoza. Porque si uno esquiva dogmas, encuentra pasajes universales en cualquier modalidad de espiritualidad. Pues el espíritu carece de notarías. Por ejemplo, en la convergencia de la compasión budista y la misericordia hebrea, católica, mahometana y cristiana.
4. En ese inclinarse dos veces al humus exaltando el perdón en el silencio, antes de esmerarlo con la palabra subyace, a mi juicio, la potencia del verbo acuñado por Lutero y central en Hegel y en Marx, pero que por el pasaje del evangelio adquiere un sentido más hondo: levantar (heben) desde abajo (auf), aufheben: se diría que es algo más que superar conservando y aún más que conservar superando, pues sugiere el imperativo de que todo pensamiento debe retornar a la raíz, como en la metáfora de la siembra, esto es a la humilde semilla y, por ella, de nuevo a la tierra ua la misma vida. ¿No se configura allí la potencia de ese neologismo que Jean Wahl, citado por Sartre en su ensayo sobre Baudelaire, designó como tras-descendencia? Una dialéctica no lineal, pues es paradójica: elevarse al descender, descender al elevarse: carnaval exquisito por el juego de contrarios. Como para el gozo de Bruno Latour y aún de Nietzsche, el Dionisos el crucificado, como se proclamó en esa firma estertórea al final del Ecce Homo, ya metido de cabeza en la locura.
5. Es que una dialéctica paradójica no está diseñada para resolver contradicciones mediante la fuga a un tercer plano. Como la dialéctica irónica del gran Nicolás de Cusa, los contrarios permencen al resonar en un mismo acorde sin salvación posible. Humildad del saber, la dialéctica paradójica se apoya en el amor por la figura de los oxímorons de todas las modalidades de la poesía mística. Exalta la duda. No se espanta por la incertidumbre. No teme a la ambigüedad. No salta por escapar como el caballo en el ajedrez en busca de un tercer concepto diseñado para el sosiego, o para la persecución de lo absoluto. Fue el enorme acierto de Kant al condensar el contraste entre Hobbes y Rousseau, gracias a cifrar lo trágico y lo sublime de la condición de la especie humanoide en el eterno pendular de dos opuestos: Gessellige Ungesselligkeit, la sociable insociabilidad de cada cual. Y del mismo modo, su coraje al sostener como irresolubles las antinomias de la razón pura. De haber respetado aquel freno a la metafísica, Thomas Mann y la especie carnicera se hubieran librado en la Montaña Mágica de la dialéctica sofística entre Naphta, personificación del jesuita obtinado en el medioevo, y Settembrini, encarnación del radical, ambos cegados por la búsqueda de la quimera. Hubiérase dicho con James Joyce que el mundo moderno es la cómica y absurda conjunción de la taradiction y la demoncracy, la bizarra juntura de las taras medievales y la locura de los demonios de la plaza democrática.
6. En el episodio de la mujer adúltera, Cristo encarnó la lección sempiterna de la sabiduría, consistente en apoyarse en una cosmovisión homeopática: similia similibus curantur. Lo semejante cuida y cura a lo semejante: por amor a la vida, por simpatía, compasión y misericordia la vida cuida de la vida, partiendo de la premisa de esa causalidad reversible y paradójica por no lineal del origen indoeuropeo de la palabra cuidado, care, en su significado original de sollozo, como lo recuerda André Magnelli y consta en un ensayo antiguo remitido a Paulo y publicado por él. Porque hay sollozo, el efecto, por ello se suscita el cuidado, la causa como agencia activa para que haya o no haya sollozo. Es una cosmovisión homeopática porque parte del principio tan subrayado por esa Juana de Arco del pensamiento francés contemporáneo, Simone Weil: la premisa de aceptación de la existencia del vacío, por tanto opuesta a la negación del mismo proclamada por Aristóteles en el capítulo cuarto de la Física. No por azar el gran Pascal abrió el portal del eros al abismar su pensamiento en la inmensidad del vacío. Y no por azar Simone Weil, como Jean Wahl, llevan sin proponérselo la filosofía al plano de la física cuántica.
7. Silencio y vacío, un vacío inconmensurable, son las atmósferas suscitadas por el pasaje de la mujer adúltera. Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra. Nadie distinto a Cristo y a la mujer se inclinan a la tierra. Los victimarios carecen de humildad. La soberbia los llena de malicia. Pero Cristo ha desarmado por el momento la unión de la arrogancia con la envidia y con la ira. Ya se cebarán en el Chivo Expiatorio porque la especie asesina no se conforma con la expiación simbólica, es sacrílega porque necesita carne y víctima.
8. En una cosmovisión alopática siempre habrá límites infranqueables a la posibilidad de perdón. La justicia como forma jurídica parece presuponer el imperativo de un Leviatán. Alguien investido de poder, sea absoluto o incluso limitado por muchos controles, encarnará el signo de esa Ley abstracta tan burlada y temida por Kafka expuesta hasta la irrisión por lo arbitraria en su relato Ante la Ley [Vor dem Gesetz, de 1915]. Y ello por fuerza ocurrirá aún si esa justicia se inviste con un manto de benevolencia, como tenderá a suceder después de tornarse caduca la Colonia Penitenciaria, aquella que rotura el deber con sangre, según otro célebre relato de Kafka; tampoco advendrá aún si se modula como restauradora y reparadora, cuando se destrona de su aura divina el saber. El sujeto juzgado tenderá a hallarse ante la Justicia como ante el lecho de Procusto: si es largo se encoge a la fuerza, si es corto se lo estira hasta descoyuntarlo. Es que la justicia depende de la ética, y ese fue el gran peligro de Hegel y de Marx al pensarla como atributo o, peor, como encarnación del Estado. La cosmovisión alopática, contraria contrariis curantur, lo contrario cura los opuestos, alcanza un límite cuando llega al exceso de Carl Schmitt al definir la soberanía en función de la oposición insoluble de amigos o enemigos, o aún a la modernción de ciertos populismos que en nombre del pueblo convierten a los adversarios en enemigos, o incluso a las restricciones implicadas al pensar el ejercicio del poder como lucha por las hegemonías. Porque el poder es el poder, triste y trágica tautología.
9. Perdonar es un verbo que requiere conjugación plural con el empleo de todos los pronombres singulares y plurales y, además el recurso a la forma pasiva que parta de la necesidad de ser perdonado, además con una humilde premisa: admitir que uno requiere perdonarse una y otra vez como una profilaxis de vida sabia, porque aún si uno no es culpable de graves daños a otros u otras, el mayor de los cuales es la muerte, o cuando se es culpable por daño a sí mismo, como tanto sucede, siempre es forzoso admitir gradaciones sutiles en las modalidades del daño a otros, o a uno mismo, desde el fastidio, la indiferencia, el engaño, la ceguera, el enojo, el deseo narcisista, aún la pereza, el prejuicio, el desdén, la lascivia, la indolencia, el egoismo, pues siempre habrá fricciones incluso no letales, pero hostiles frente a otros u otras por esta condición señalada por Kant: nuestra sociabilidad insociable.
10. De ahí que el anerkennen hegeliano o marxista por alopático llegue a un límite como el actual donde la multiplicación de los reclamos de tantas víctimas semeja la algarabía de un bazar, en el cual es imposible hallar una tasa de cambio para ponderar y comparar los distintos dolores y penas que resultan ser tan inconmensurables y sin posibilidad de intercambiar, como lo son las culpas de quienes los causaron, pequeñas, medianas o graves. Si yo gritara que mi dolor es superior al de todos los demás, mis oídos serían desgarrados por los aullidos de miles de millones de seres que alegarían con razón que su dolor, por menor que parezca, es más letal que cualquier otro, así como es mayor la culpa de quienes lo provocaron. ¿Cuánto pesa el dolor de un banquero en una noche de aciaga soledad y el de un indigente? No existe báscula alguna para pesar lo dispar.
11. Se impone por ende sustentar las ideas de perdón y de justicia en una ética que parta de una cosmovisión homeopática como la encarnada por Cristo, una ética a ras de piso, comunal y por ende circular, humilde, experimental, benevolente, asidua en su reflexividad, llevada con cuidado a la crianza, aprendiendo de ella, tornándola ejercicio continuo en las aulas menores y mayores, referida tanto a la naturaleza como a la sociedad, más allá de la ciudadanía política, apoyada siempre en la psicagogía y en la parresía.
12. Sus puntos de partida no pueden ser otros que la anagnórisis, la compasión o conmiseración y el eros sublimado como la caridad y el ágape. A diferencia del la annerkennen que procede de adentro hacia el campo de marte o hacia su sustituto, como es el foro político, ella procede de afuera hacia adentro por la conmoción ante lo sublime de la tragedia natural o social, esa certidumbre de la finitud, del vacío y de la angustia que a todos nos sobrecoge, ricos o pobres. “Pretender conocer a otros es pretender conocerse a sí mismo”, exclamaba Hamlet poco antes de la resolución trágica. Mucho más arduo es pretender reconocerse a sí mismo, tarea ineludible si uno quiere reconocer a otros para transformar los resentimientos en re/co/nacimientos, un neologismo plausible si se lee en dos sentidos la palabra francesa: reconnaisance, ¡reconocimiento es renacimiento!

Bogotá, 1946. Sociólogo y profesor asociado de la Universidad Nacional, ya pensionado. En la actualidad es el vicepresidente ad honorem del recién creado Instituto Alter Forum de Estudios del Sahara, Al Andalous. Ha publicado más de 40 libros y de 140 ensayos en ciencias sociales y letras. Es el autor de una Teoría Dramática y Tramática de las Sociedades que viene desarrollando desde hace muchos decenios. Cuenta con doce libros de poesía. Lleva diarios desde el año 1963. Correo electrónico: garestre@gmail.com.
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