Pontos de leitura. Palimpsesto del cor/razón sobre la Epifanía- por Gabriel Restrepo

En las últimas semanas, hemos publicado dos Palimpsestos de Gabriel Restrepo: el primero sobre el horror, el segundo sobre el amor. Restrepo propuso, tan pronto como me envió su palimpsesto sobre el amor, hacer uno sobre la “epifanía”, para la semana en que se conmemoran los regalos de los Reyes Magos en la tradición cristiana (6 de enero, el Día de los Reyes).

Me alegra entonces ver la misión intelectual cumplida, en un esfuerzo generoso realizado del 1 al 6 de enero, después de haber sido ya fatigado por haber escrito un importante ensayo en diálogo con la obra del polímata Fernando Zalamea.

Debido a estas ironías provocadas por los meandros de la escritura y el pensamiento, este Palimpsesto tomó la forma de un ensayo, con elementos autobiográficos, reuniendo una reflexión en 5 pasos sobre la epifanía en diálogo con los pensamientos y los templos de la cultura universal. Esto me hizo publicarlo juntos en los Puntos de Lectura (lugar donde los fragmentos y palimpsestos son normalmente bienvenidos) y en el Hilos del Tiempo (lugar donde publicamos textos y ensayos).

Para prepararlos para la lectura, les dejo dos citas de este texto, donde Restrepo les recuerda lo que persiste en ser olvidado. Primero, cuando recuerda el sentido de la epifanía y sus múltiples presencias en la vida humana: “La epifanía se articula con el anagnoris y con el reconocimiento; con la iluminación mística y profana, el misticismo que con el aura, como estos temas fueron examinados por Walter Benjamin siguiendo a Baudelaire; con la Ilustración y el Aufkärung; con los viernes contiguos al paso por la noche oscura; con la conversión.

Y la segunda, cuando recuerda la importancia de los templos, lugares sagrados por excelencia, que en su discontinuidad en relación con el tiempo y el espacio, se muestran como rincones propicios para el florecimiento de las experiencias epifánicas.Eso me remonta al brillante Karl Mannhein, cuando trata de la democratización del espíritu, diciendo que es un proceso bienvenido, pero uno que tiende a “acercarse”, “familiarizarse” y tomar de lo humano la experiencia de lo distante y el Otro. En eso sentido, para Mannheim la epifanía es un escape del proceso de omni-banalización, es una auténtica necesidad existencial, arraigada en nuestra humanidad y protectora de la individualidad en la democracía.

¡Les deseo buenos encuentros y un buen viaje!

André Magnelli
Pontos de Leitura / Fios do Tempo,
07 de janeiro de 2021


Palimpsesto de la epifanía:
con motivos del cor/razón
y tonos autobiográficos

De 2021/01/01 a 2021/01/06
Seminario San José Obrero,
Corregimiento de La Esmeralda,
Municipio de Arauquita

Fragmentos en torno a la epifanía con motivos del cor/razón y tonos autobiográficos.
Especial el Atelier de Humanidades con motivo de la Fiesta del 6 de enero
por la conmemoración de la visita de los Reyes Magos al niño Jesús en el pesebre de Belén.

1. Muerte y resurrección de las Catedrales

Se podría pensar que este título obedeciera a la incineración al parecer accidental de esa nave que pareciera navegar en el Sena y de allí levantarse en vuelo con sus agujas y ojivas como mástiles a un cielo terso de primaveras.

Me refiero por supuesto a Notre Dame de Paris, cuyo incendio coincidió con las enormes conflagraciones de los bosques del Amazonas y de Australia.

¿Ocurrió la conflagración por algún secreto orden de la providencia o por simple azar? ¿Indicio de algún tipo de karma extendido al soma/sema de la evolución cultural de la especie en un paraje simbólico como pocos?¿Anuncio de que en la orbital cuarentena la especie homo/femina/sapiens/demens,hoy confinada en hospitales o girando alrededor de ellos, amonestada para asegurar distancia social porque el otro o la otra pueden ser agentes hostiles de contagio, esa errante especie retorna a la ambigüedad del término indoeuropeo hostis-spes que designa de modo ambivalente la hospitalidad y la hostilidad; como el gift que denota el don y el veneno; o el invitado y el fantasma (Gast y Ghost); y quizás alguna raíz común para el geiss como fuego destructivo y el Geist como fuego votivo espiritual? (WATKINS, C., 2000).

Como sea, la operación de cirugía estética de cuerpo y rostro no se hizo esperar. Al fin y al cabo muchas de las más grandes corporaciones de Francia lo son en belleza y moda. ¿Y por qué no merecería Nuestra Dama que la industria del perfume, de las cremas, de los vestuarios faustosos empeñaran pequeñas utilidades en la restauración del antiguo esplendor, así sea como la más insólita y pródiga propaganda?

En el interior de esa nave se convirtió al catolicismo Henry Adams viniendo del protestantismo bostoniano rancio de sus antecesores (segundo presidente de los Estados Unidos su bisabuelo, quinto su abuelo, su padre embajador de la Unión en Inglaterra durante la Guerra de Secesión).

En sus cornisas Víctor Hugo empotró al pobre Quasimodo y cantó el eterno drama del dilema de cuaresma o carnaval para significar la contienda entre amor sacro y amor profano.

A sus gárgolas dedicó Mallarmé este pasaje iluminado que resume más de un milenio:

La edad media incubatoria, inmediatamente después, alianza, con lo antiguo, para configurar esta vana, perpleja, que se nos escapa, modernidad- además de la romana legislación petrificada se estanca una religión, la de las catedrales, paralelamente. Cerrar los ojos, imposible, dejar de ver, rigiendo la ciudad como en tiempo fenecido, la agazapada en el desprendimiento misterioso de sus alas, sombra de Notre Dame
(1993. Variaciones sobre un Tema. México: Vuelta: 122 a 123).

Y para ponerle al asunto un tono de melodrama neo-barroco de esta América Ladina, junto al mismo altar donde los jacobinos furibundos tendieron a una prostituta para simbolizar en ella la nueva idea de la Razón, allí mismo en ese altar que pareció haber resistido con la Cruz al imperio del fuego, se suicidó una amante despechada de Vasconcelos, el autor de la Raza Cósmica, como para burlar la hipérbole, aún sin denostarla como La Raza Cómica a la cual redujo la grandilocuente expresión mi amigo el escritor colombiano Rafael Humberto Moreno Durán (Q.E.P.D.).

En suma: modalidades del amor medieval encarnado en la Virgen María y del amor mundano romántico de la modernidad: puesto que la Torre Eiffel, el ícono positivista con su trazo de hierro no logró destronar el aura de esa obra de masones picapedreros medievales de los gremios de aprendices y maestros.

Aunque quizás ni la Catedral ni la Torre superen en seducción a ese templo de la levedad tardo-moderna y contemporánea delimitado en los estadios de fútbol con el enigmático ídolo encarnado en el Dios y Demonio de Armando Maradona (Q.E.P.D.).

Estadio de China con forma de Loto que se construye para los juegos asiáticos de 2023 para 100.000 espectadores

Que bien merecería muchas tesis doctorales para esclarecer su enigma como daimon y angeloi: los dos términos significan mensajero, pero el primero brota de lo más ctónico y animal del conatus (el placer, el deseo, die Begierde en los términos de Hegel que equivale a los apetitos), los instintos siempre con la gravedad del plomo y la terquedad del ELLO, en tanto que el angeloi es el animal redimido y elevado al cielo por la gracia: los dos términos forman el precioso título de un libro de Simone Weil, La Gravedad y la Gracia (WEIL, 2007).

2. Templos del espíritu y templos del juego

No se crea por lo anterior que desdeño el fútbol o denuesto de Maradona. Mi padre tuvo mucho de lo desastrado y genial del mayor arquetipo de aquel Pibe de América Ladina, entre gamín y montonero, quien se dejara arrastrar por el lado desastrado e inconsolable de su irredento deseo al desastre de su consumación por la cocaína enredado en las mafias mundiales de Nápoles a Argentina. No por azar deseo (de sidere) y desastre (des astra) remiten el uno al nexo benévolo con lo sideral y el otro a la pérdida de la brújula de los astros.

El problema es que en la Sociedad del Espectáculo, a medida que las cósmicas estrellas se reemplazan por el firmamento efímero y banal de la Industria del Entretenimiento, el deseo se torna volátil, ebrio y arrastra a los sujetos a un consumo adictivo que linda con la consumación. Todo el mundo y nuestras sociedades en él sufren de lo que un expresidente de Colombia, uno de los artífices de la fundación de la Organización de Estados Iberoamericanos, denominó como La Venganza de Montezuma: deslindado el consumo de drogas de su función ritual, termina por deteriorar el tejido social e individual, sin hablar del tráfico conexo de armas, el lavado de dinero y la nefasta corrupción, la manifiesta, pero también la relativa a la degradación de los valores.

Huérfano de padre y madre a sus tres años, el fútbol fue lo único que dio sentido a una vida sin sentido como fue la de mi padre. Porque en su camino se entrecruzaron cuatro pandemias: la Gripa Española que se llevó a su madre tras el nacimiento en 1918; la de las drogas que convirtió al crío en huérfano de padre, poeta “maldito”, a sus tres años; la económica que desde la depresión de 1929 dejó al país y a los padres en calzoncillos remendados; la psíquica porque desde entonces la depresión anímica acelerada por la segunda guerra mundial monta a primera causa de morbimortalidad.

Fue jugador del equipo que daría lugar a los Millonarios, hasta que en cancha enfangada se rompió sin remedio la rodilla. Y yo seguí sus huellas, jugué con él en potreros aún a pocos años antes de su muerte, ya él casi de la edad que ahora arrastro, los 75 años. Y también recorrí todos sus fantasmas y los fantasmas del padre de mi padre, como quien dice Cien Años de Soledad.

Pero estudiar cinco años de bachillerato en un Seminario Menor me permitió combinar el amor por el templo de la cancha de fútbol con la formación espiritual. Templo viene de los términos indoeuropeos *Temp y *Tem lugar recortado y estirado en el espacio de la tierra en el cual los deseos se con/sideran (cum sidere) a la vista de los astros (WATKINS, 90).

Los templos son así lugares privilegiados de las epifanías como revelaciones del destino en la densidad y complejidad de sus entramados. Y el fútbol, como todo juego, despliega cuatro atributos listados por Roger Caillois tan asociados a las epifanías ponderadas como broches de oro entre sentimiento, entendimiento, razón y razón de la razón o cor/razón: la mymicry o mimesis; el aleas o azar; el agon o el antagonismo; y el Illynx o misterio, en el cual se inscribe el destino de Maradona, de mi padre, el mío y el de esta América Ladina, tan dada al carnaval y al culto entre profano y sagrado del fútbol (CAILLOIS, 1986).

Es singular que en una extraña parábola convexa de la vida extendida de la coordenada tendida por la izquierda de la nada del nacimiento hacia el vórtice de la edad media y luego descendiente por el derecho al lugar del retorno a la otra nada de la muerte yo haya llegado a vivir de nuevo en otro seminario, aunque yo ya como extraño, ajeno, añoso ermitaño en radical clausura, pues por las pocas vocaciones el paraje es fantasmal, como se trasluce en una fotografía aérea que me obsequió por estos días mi querido amigo Fernando Zalamea, a cuya obra me referiré en breve en estos fragmentos.

La flecha roja dice: Seminario San José Obrero, temporalmente cerrado.
En la arboleda de debajo de la flecha he vivido en los últimos cinco años.

Y en el medio, entre la adolescencia y la plenitud del senex, la escritura como vocación con sus diarios/nocturnos llevados desde 1963 y la sociología como constante oficio de la vida adulta. La parábola en sus dos alas, ascendente y descendente, me inclina cada vez más a reclamar que así como hay una tendencia a entrelazar sociología y filosofía, insista en dos tareas: la primera, tender en mayor proporción en lo que resta del tiempo a aliar las ciencias sociales a una escritura poética y narrativa. Y la segunda, avecindar el saber profano de las ciencias sociales con las ideas de espíritu, sabiduría y sapiencia en clave de cor/razón como argumentaré, por supuesto respetando los límites de cada ámbito del saber o de la sabiduría, por tanto sin coraza de iglesia o de secta.

3. La Epifanía como fiesta de mezcla dispar de animismo mágico y de revelación católica

Vuelvo con esta rememoración personal a las catedrales en principio con el tema de la epifanía asociada al relato con probabilidad legendario, interpuesto por ese recaudador de impuestos que fuera el evangelista Mateo al cómputo de la genealogía de Cristo como un modo de asentar ex ante o a priori un signo para favorecer la idea reiterada de la revelación de que se cumplían las profecías veterotestamentarias con la encarnación de Dios en la humildad de un pesebre1.

Lo singular de la leyenda o del relato de la visita de los Reyes Magos que solo se narra en el evangelio de San Mateo (2: 1-12) consiste a mi juicio en vincular el racionalismo del saber astronómico proveniente quizás de Mesopotamia (la supuesta estrella) con el animismo euro/afro/asiático subrayado por el atributo de reyes magos, ambos sellados con la oferta de dones que ante todo contienen un valor simbólico: oro como ícono e índice del aura y majestad espiritual; incienso como metáfora del olor de santidad y de elevación sutil; y mirra como sanación de heridas y purificación de mente y cuerpo.

Esta universalidad en la mixtura de cálculo y de magia es sorprendente dado el carácter periférico de Belén y de Judea, dado también el contraste de la grandeza de los Reyes Magos con la humildad del pesebre y no menos por la unión en el relato de la inocencia de un puer y la sabiduría de tres senex. Es como si en el imaginario retablo se pusiera en escena lo más granado de la tradición universal de los carnavales.

¡Que no son ajenos al oficio de la poesía como Dichtung vecina a la tradición del Oráculo de Delfos, a los éxtasis de las sibilas griegas en el telar de sus mantras tejidos en las grutas de la tierra y a la tan extendida práctica de los augures romanos, sin olvidar que la potente racionalidad tecnológica, militar y jurídica del imperio latino fue paralela tanto al pan y circo, como a la consulta obsesiva de estos adivinos – aquí varones patricios – a los signos del firmamento, a las entrañas y gritos de las aves, a la ingesta de pollos sagrados y a la disposición de reptiles y mamíferos!

La mayor parte de estos rituales merecerían desdeñarse si no fuera porque dejaron un legado potente en la España medieval y aún moderna, trasvasados a América Ladina donde alcanzan una fuerza extraordinaria por lo general mantenida bajo superficie.

Pero un caso amerita atención extraordinaria. Es la coincidencia – aleatoria según la mayoría de estudios – de la epifanía de los Reyes Magos con profecías que nunca pudieron influirse provenientes del lejano mundo latino. Por el lado hebreo, el pasaje de Isaías 11, 6-8, pero junto a muchos otros vaticinios del advenimiento de un salvador, de él mismo y de tantos otros profetas:

Vivirá el lobo con el cordero, yacerá el leopardo con el chivo, habitarán juntos el ternero, el león y la oveja y un niño pequeño los guiará. Pacerán juntos el ternero y el oso; juntos descansarán sus cachorros. El león comerá paja como el buey y el niño de teta jugará junto a la madriguera de la serpiente…

De otra parte, la misteriosa égloga IV de Virgilio (70 a 19 antes de Cristo) quien compuso las diez églogas entre el año 41 y el 35, esto es a poco más o menos la mitad de su vida. Con la particularidad de que esta égloga escapa al motivo pastoril dominante en las también llamadas bucólicas y se adentra en el género distintivo de las profecías.

No es por supuesto original el motivo del inicio de una nueva edad de oro, presente en tantas mitologías, como no lo son muchos temas del poema de 63 versos. Pero las coincidencias en versos decisivos son tan extraordinarias, que producen perplejidad, dado que es del todo improbable que Virgilio fuera versado en la tradición hebrea y menos con el profeta Isaías, pero del mismo modo por el paralelismo tan asombroso con la escena de la epifanía de los Reyes Magos y con el sentido soteriológico de la encarnación de lo divino en lo humano, que por ello se explica que Dante amara tanto al poeta de la Eneida y se sirviera de él para transitar como su guía del infierno al purgatorio, así como que el catolicismo por lo general sostuviera la tesis de que Virgilio fuera un profeta pagano del advenimiento de Cristo.

Así procedía en Colombia el hispanista, insigne latinista y católico, radical conservador, Miguel Antonio Caro en su traducción de la égloga en 1865 y en las notas a ella. Empero, un latinista versado demostró, apoyado en muchos estudios críticos, que no hay tangencia sustantiva entre la atmósfera profética de la Égloga IV con el profetismo hebraico y católico, aunque las coincidencias sean asombrosas (CORRALES, 1963) Destaco unos cuantos versos de la Égloga IV para indicar coincidencias dentro de divergencias. Tomo la traducción de Corrales y no la de Caro que acentúa de forma intencional las equivalencias, supuestas como es claro, entre la tradición latina y la católica.

El motivo de la profecía dentro de la profecía aparece de entrada con la mención a las musas sicilianas y a la sibila de Cumas:

¡Oh Musas sicilianas! un poco más alto cantemos; no a todos recrean las arboledas ni los humildes tamarices: si celebramos los bosques, que los bosques sean dignos de un cónsul. Vino ya la última edad de la predicción de Cumas; nace de nuevo el gran orden de una generación. Y ya regresa la Virgen y regresa el reino de Saturno.
(CORRALES, 77).

La musa de Cumas era oriunda de la Anatolia, pero radicada en el mar Tirreno próximo a la región de Campania en el sur de Italia en una zona que por radicar en la falla que divide a Europa de África es volcánica y como se puede presumir pródiga en cuevas. Es por ello una sibila que obra como bisagra entre Grecia y Roma, tanto más si, como dice la leyenda, al pedir ella larga vida a su Dios protector, Apolo, se le concedió, pero al no solicitar al mismo tiempo la eterna juventud envejeció de tal manera que vivió nueve vidas cada una de 110 años. Por supuesto se trata de una fábula, pero que bien ilustra la larga proyección de un milenio de la tradición del neolítico primigenio con su predominio del matriarcado, del lenguaje indoeuropeo, que era él mismo oracular y de la continuidad de sacerdotisas femeninas en el milenio anterior a Cristo.

Pero hay un dato crucial: en la costa del mar Tirreno de cara a Sicilia se situó la escuela pitagórica en seguimiento del arquetipo de un filósofo que recorrió la cuenca oriental del Mediterráneo de Egipto a Jonia, Grecia e Italia, pero con incursiones a Siria, Mesopotamia y según se dice incluso a la India. Longevo por vivir noventa años entre el siglo sexto y el primer cuarto del quinto, tuvo el tiempo suficiente para crear escuela duradera como pocos lo habían podido hacer. De modo que a un tiempo la filosofía se torna peregrina del mundo abriéndose a oriente, occidente y el norte de África. Al mismo tiempo condensó su razón de ser en la matemática y en la geometría, con expansión a la astronomía, a la ética y a la música. Y por ellas sirvió de puente preciso junto al orfismo entre el tono mito-poético de la tradición de Homero y de Píndaro y la filosofía griega en su esplendor con el concepto de armonía.

Lo central para el caso que nos ocupa es que los motivos del advenimiento de un era salvífica de paz entonados por Virgilio obedecen en buena medida a la influencia de Pitágoras, junto a Epicuro y a los estoicos, en la visión del mundo de Virgilio entusiasmado, como lo serán Kant con la posibilidad de una nueva era de Paz Perpetua o Hölderlin en su Fiesta de la Paz, con las posibilidades de paz debidas a tratados efímeros, en el caso de Virgilio por la paz de Brindisi que tras el asesinato de Julio César creó la ilusión de un régimen estable mediante un triunvirato que pronto se demostraría como una nueva fuente de guerras civiles cada vez más extendidas hasta que el triunfo de Octavio Augusto inauguró la época del imperio. Los poetas no suelen ser estrategas. ¡Y por fortuna!

Copio la versión de los mismos versos traducidos fielmente por Corrales para contrastarla con la visión acomodaticia de Miguel Antonio Caro en el afán de unir el profetismo hebreo y católico con el latino de Virgilio:

¡Musas! El tono pastoral un tanto alcemos; que no a todos lisonjea La cantinela humilde campesina: si las selvas cantamos, ¡nuestro canto del cónsul que nos oye digno sea! La postrimera edad que vaticina La Sibila de Cumas, ya fenece; nuevo día a las gentes amanece, en pos trayendo, con la Virgen pura, áureas edades de inmortal ventura.
(CORRALES, 76).

Frente a esta, la traducción de Caro llega a ser cómica por el afán de acomodar. Al referirse a las musas, omite su procedencia siciliana que es crucial para la relación con la Sibila de Cumas, con la influencia de Teócrito procedente de Sicilia y con el espacio de la escuela de Pitágoras. Pero esto es venial en relación con la traducción de “Virgo”, el signo zodiacal, por “Virgen pura”: la Virgen María representada en términos del dogma de la Inmaculada Concepción que fuera decretado en 1854, esto es a solo once años antes de la traducción de la Égloga por Miguel Antonio Caro, quien además cambia el retorno del virgo a la casa de saturno, importante en la teoría cíclica astral de Pitágoras, por “áureas edades de inmortal ventura”. Más que latinista, Miguel Antonio Caro fue un político que con la Constitución de 1886 determinaría que Colombia siguiera una senda de “modernización sin modernidad”. Lo cual quiere decir que continuamos atados en la constelación mental a la Contrarreforma con algo de sus precedentes, como el bricolaje del renacimiento con su mezcla heteróclita de motivos latinos profanos y sagrados, como se deja ver por este fresco de Miguel Ángel donde instala a la sibila de Cumas en el panteón de la Capilla Sixtina:

Miguel Ángel. Sibila de Cumas. Fresco de 173x 180 cm integrado en el techo de la Capilla Sixtina.

He empleado a conciencia los términos de bricolaje de heteróclitas piezas en lugar del concepto tan abusado y mal empleado de muchos historiadores del arte y de la cultura de sincretismo, que es en su etimología y en su significado mezcla perfecta, cuando a todas luces de lo que se trata aquí es de una reunión dispareja y en muchos casos disparatada, algo que fuera y es propio del barroco y del neobarroco de nuestras insólitas mezclas, a veces creativas, otras veces muy turbias y en no pocas ocasiones turbulentas, como fuera el asunto de Miguel Antonio Caro y como se estila en las idolatrías y en las falsas verdades. De ahí que en su lugar prefiera acudir a la idea seminal de palimpsesto por el cual se alía lo sincrónico y lo diacrónico de modo que el análisis resulte más creativo.

4. Contemplar las epifanías desde los Templos

Redundo con un juego de palabras para insistir que contemplar es considerar desde los templos. Sirva para resolver el acertijo del uso de la expresión “Muerte y resurrección de las catedrales”. La expresión viene de Marcel Proust (1871-1922), pero abreviada como Muerte de las Catedrales. Según la reseña publicitaria de una recopilación de tres trabajos de Proust publicada por la editorial Trifaldi de Madrid:

“La muerte de las catedrales” es un trabajo aparecido en Le Figaro el 16 de agosto de 1904, en el que intentaba mostrar los perjuicios que para la continuidad de catedrales e iglesias tendría la aprobación del proyecto Briand, que suponía la separación entre Iglesia y Estado.
(PROUST, 2013).

Sabemos que esa separación se logró, pero que al modo francés laico y republicano se mantuvo un equilibrio de tradición y modernidad, menos ritual que el propio de la monarquía constitucional inglesa, pero en ambos casos distantes de la gran ciclotimia que ha sido típica de España y mucho más aguda en los avatares de una frágil democracia de las naciones de Iberoamérica con oscilaciones tan dramáticas entre conservatismo y laicidad. La impronta religiosa ha sido tan severa que aún ideologías seculares como el positivismo o el neoliberalismo se asumen como dogmas religiosos que incluso cuando flaquean se apoyan en las muletas de efervescencias religiosas. Hasta de la figura carismática tan ambigua como el mencionado Maradona se erigen dos iglesias, una literal y otra evanescente pero no menos efectiva como creencia radical en el ídolo a cuya tumba pronto irán cortejos a pedir milagros, como sucede con la tumba de Pablo Escobar, el gran capo colombiano de la droga.

Que Proust añorara el pasado es decir una trivialidad, puesto que por la concepción de Bergson de la durée se obsesionó con develar la permanencia interior del pretérito tomado como un gracioso presente, esto es como un don. Pero qué abismo el que separa el conservatismo a rajatabla dogmático de Miguel Antonio Caro de la reminiscencia metódica y profunda de Proust encaminada a una anamnesis profunda de la conciencia, una que sólo por coincidencia se pudiera comparar con la labor psicoanalítica de la transformación del inconsciente en palabra plena. Pues bien lo enuncia el Proust profundo de El Tiempo Recobrado cuando se muestra como un Champollión sumergido como un pescador de perlas por deletrear y traducir su piedra roseta arcana e ignota:

Nadie podía ayudarme con ninguna regla en la lectura del libro interior de estos signos desconocidos (signos en relieve, según parecía, que mi atención, explorando mi inconsciente, iba a buscar, con los que tropezaba, y a los que rodeaba como un buzo que está sondeando), porque esta lectura consistía en un acto de creación en el que nadie puede sustituirnos, ni siquiera colaborar con nosotros.

Esta compleja hazaña se extiende del reconocimiento y anagnórisis propia al reconocimiento de los demás que por las peripecias del drama social lucen como irreconocibles pese a ser tan entrañables, como bien lo examinara Paul Ricoeur en un pasaje de su estupendo libro Caminos de Reconocimiento:

Debemos a Proust, en El Tiempo Recobrado, algunas páginas de una belleza cruel consagradas a los avatares del reconocimiento en circunstancias que el narrador relata con una precisión calculada: arrancado, de repente a la meditación que hacía, en la soledad de la biblioteca del príncipe de Guermantes, sobre las primicias de la escritura de la obra en proyecto, aparece arrojado al espectáculo de una cena en la que todos los invitados que, en otro tiempo, habían llenado su soledad y sus veladas mundanas reaparecen aquejados de decrepitud por efecto de envejecimiento.
(RICOEUR, 90).

Distingo en negrilla el adverbio de ocasión, “de repente”, porque esta suele ser la seña de esa precipitación de las epifanías. La palabra suele traducirse como “manifestación”, pero recorta el sentido etimológico que se desprende de la combinación de epi, lo que aparece a la superficie, y el griego phaínein y éste del indoeuropeo *bha, con la acepción de brillar, del cual proceden también fenómeno, fantasma, fantasía, fanerógama, fotosíntesis, fósforo, diáfano, hierofante y muchas más. De modo que la epifanía se articula con la anagnórisis y con el reconocimiento; con la iluminación mística y profana, lo mismo que con el aura, tal como fueran examinados estos tópicos por Walter Benjamin siguiendo a Baudelaire; con la Ilustración y el Aufkärung; con el éxtasis contiguo al paso por la noche oscura; con la conversión.

Ese “de repente” es semejante al Eureka como una condensación súbita de miles de conexiones. Y es aquello que exploraba Charles Sanders Peirce como musement, el advenimiento de la inspiración en sus caminatas cotidianas. Y si yo quisiera resumir esas diversas fuentes las remitiría a las palabras Geist y entusiasmo (presencia de Dios en el sí mismo teofanía íntima), espíritu como fuego votivo, por tanto como *bah, fulgor, la llama de amor viva, la lumbre y las lenguas de fuego aparecidas en la Pentecostés en una humilde casa, el fuego del hogar y el fuego en suma del amor en tanto creador y guiado por la videncia que es un nivel más profundo que la sensitiva patencia, la intelectiva evidencia, la razonable clarividencia porque proviene de la figura matricial del cor/razón, tal como la derivara Fernando Zalamea de Charles Sanders Peirce cruzado con Grothendieck, y con Pascal. Del primero la encuentra neta y precisa en un diagrama precioso con un corazón partido por mitades en negro y blanco, que pudiera ser análogo al símbolo del yin y el yang, con la siguiente nota que traduzco del libro del querido amigo que me ofreció una copia digital como si fuera un regalo de Reyes Magos y que corresponde al manuscrito 165 de 1985:

Artículo 88. Definición g 4 Como partes que son todas conectadas entre sí del mismo modo general y que (junto a sus conexiones) componen el todo. Ilustración 38 y figura 111, el corazón partido. Así la figura 111 muestra un corazón que como todos los humanos se compone de dos partes, blanca y negra. Pero a pesar de sus diferentes colores, las dos mitades son como partes cada una conectada con la otra en el mismo modo general y que gracias al nexo forman el corazón entero.
(ZALAMEA, 2021: 10).

Vuelvo con este motivo al hilo conductor de La Muerte de las Catedrales que inicia con un pasaje que apoya de nuevo la idea de las epifanías como videncias, aparte de explicitar por el recorrido que llevo que la profecía, como el mito y la Dichtung, son supremas formas de epifanía y de notar que en paralelo a Proust, Joyce las definió y tomó de modo explicito como el sendero de la escritura:

Cada día atribuyo menos valor a la inteligencia. Cada día me doy más cuenta de que sólo desde fuera de ella puede volver a captar el escritor algo de nuestras impresiones, es decir, alcanzar algo de sí mismo y de la materia única del arte. Lo que nos facilita la inteligencia con el nombre de pasado no es tal. En realidad, como ocurre con las almas de difuntos en ciertas leyendas populares, cada hora de nuestra vida, se encarna y se oculta en cuanto muere en algún objeto material. Queda cautiva, cautiva para siempre, a menos que encontremos el objeto. Por él la reconocemos, la invocamos, y se libera. El objeto en donde se esconde —o la sensación, ya que todo objeto es en relación a nosotros sensación— muy bien puede ocurrir que no lo encontremos jamás. Y así es cómo existen horas de nuestra vida que nunca resucitarán. Y es que este objeto es tan pequeño, está tan perdido en el mundo, que hay muy pocas oportunidades de que se cruce en nuestro camino.
(PROUST, 2021: 1 a 2).

Más allá de lo establecido por Proust yo diría que lo que se juega en la remembranza profunda es la velocidad de ida y de retorno entre sensibilidad, entendimiento, razón y, como la he llamado siguiendo a Fernando Zalamea, la razón de la razón, razón del cor/razón, corazón de la razón y razón del corazón, simbiosis de sapiencia y de sabiduría, por tanto espiritual. Esta velocidad de ida y vuelta se llama cinestecia, propiedad que se complementa con la sinestesia que es la capacidad de hallar correspondencias, apoyos mutuos y traducciones entre los distintos sentidos en sus cuatro planos, guiado por el sentido de los sentidos que es el del eros, cuya dimensión más profunda es la caridad y el ágape, la excedencia del amor que da sin espera de retorno.

Cinestecia y sinestesia convergen en el célebre soneto del poema de Baudelaire que no por azar se titula Correspondencias, palabra que también podría descomponerse en cor/respondencias, respuestas acompasadas como en las sístoles y las diástoles del corazón. Nótese que considera a la naturaleza como “templo” en el primer verso:

La naturaleza es templo donde vivas columnas
a veces dejan escapar palabras confusas.
Allí pasa el hombre entre bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.
Como largos ecos que de lejos se confunden
en tenebrosa y profunda unidad,
vastos cual la noche, vastos cual el día,
hablan una a otras esencias, colores y sonidos.
Esencias que exhalan el aliento de la tenue infancia,
dulces casi óboes, verdes asomos vegetales,
otros corrompidos, ricos, triunfales
con la expansión propia de cosas infinitas,
tales el ámbar, el almizcle, el incienso, el aloe
entonan ebrios trances de espíritu y sentidos
(Baudelaire, Charles 1924. Oeuvres Completes. Les Fleurs du mal. Paris,
Traducción de Gabriel Restrepo)

En el texto de 1904, La muerte de las Catedrales, Proust se detiene en la delectación de la figura de algunas catedrales vistas desde el exterior. Pero bien podemos imaginar cuál sería su éxtasis al contemplar dos vitrales que selecciono, el primero por ser uno con la escena de la epifanía de los Reyes Magos, el segundo por su belleza como prodigio cromático.

Stained glass window depicting the Epiphany, the Visit of the Three Kings in Bethlehem, in the Cathedral of Tours, France.
Vitral de Notre Dame de Paris, creado en 1818 y que debió serle familiar a Proust

5. O Tempora, o Mores: una bizarra visita de los Reyes Magos al templo de la democracia de Estados Unidos

¡Oh Tiempos, oh costumbres! Una inesperada visita de los Reyes Magos al templo de la democracia de Estados Unidos para ofrecer regalos al niño Biden recién nacido:

Notas

1 Mateo, a quien al menos se ha de imputar el corazón del evangelio con su nombre, es el de talante más afín a la matemática, así como Juan a la poesía, Lucas a la medicina y Marcos, el del primer testamento se distingue por el carácter oral y popular. En Mateo abundan metáforas espaciales (el campo del sembrador) y comparaciones muchas de ellas en forma reversa que entrañan atributos de mayor o menor: grande y pequeño; alto y bajo; primero y último, casi siempre enunciadas como parábolas. Y ante todo esa fórmula que de modo ambiguo se aplica a la fe o al valor material: “Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado” (Mateo 13:12), frase que sirviera al sociólogo Robert K. Merton para denominar el “Efecto Mateo” en la ciencia y que los críticos del neo-liberalismo han aplicado al régimen de mercado sin regulación, aunque es preciso observar que en el evangelio el referente es la fe y no el dinero o los bienes materiales, aunque por supuesto dada la simonía de muchas sectas protestantes la fe en el valor material sea equivalente a la fe en el valor espiritual.

Referencias

CAILLOIS, Roger. 1986. Los juegos y los hombres. México: Fondo de Cultura Económica.

CORRALES, José Enrique. 1963. Publio Virgilio Marón, Égloga IV. Miguel Antonio Caro: traducción española de la Égloga IV. Introducción, traducción y notas de José Enrique Corrales. En: Ideas y Valores (Revista de filosofía de la Universidad Nacional de Colombia): 1963.

PROUST, Marcel. 2013. La muerte de las catedrales y otros textos. Madrid: Trifaldi.

PROUST, Marcel. 2021. La muerte de las catedrales. Versión digital de http://www.luarna.com.

WATKINS, Calvert. 2000. The American Dictionary of Indo-European Roots. Boston: Houghton Mifflin Co.

WEIL, Simone. 2007. La gravedad y la gracia. Madrid: Trotta.

ZALAMEA, Fernando. 2021. Modelos en haces para el pensamiento matemático. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia y Editorial Nomos.

Deixe uma resposta

por Anders Noren

Acima ↑

%d blogueiros gostam disto: