Continuando con los debates de Fios do tempo sobre la pandemia del coronavirus, ahora publicamos una hermosa reflexión poético-sociológica del escritor y sociólogo colombiano Gabriel Restrepo. En estos “Diez fragmentos y aforismos en tiempos de perplejidad”, Restrepo acompaña a los ritornelos de la experiencia humana y “ladino”-americana a través de los pliegues del tiempo.
Siendo un ejemplo de lo mejor en la tradición intelectual de las tierras del Sur, esta pieza de arte literaria nos proporciona un viaje a través de lo que está “tejido juntamente” (el complejo), atravesando los hilos del conocimiento en busca de una razón potente y expandida, capaz de entrelazar ciencia, poesía y sapiencia. De esta manera, movido por las perplejidades de nuestro tiempo, Restrepo nos invita no solo a llevar a cabo una anamnesis, ilustrada filológica y poéticamente, de nosotros mismos y de la historia de la humanidad en su enraizamiento bio-ecológico, sino también a conectarnos con la sabiduría emergente de la condición descentralizada, periférica, perpleja y paradójica típica de la experiencia “ladina”-americana.
Como muestra Restrepo, en un mundo de infinitos “sollozos sin cuidados”, solo el retorno a la sabiduría, el amor y el ejercicio de una escucha profunda puedan quizá salvarnos de la terrible profecía heideggeriana de que “solo un Dios podría salvarnos”.
A. M.
13 de abril de 2020

Diez fragmentos y aforismos en tiempos de perplejidad
Gabriel Restrepo, escritor y sociólogo
Arauca, 28 de marzo de 2020
O Mensch! Gib acht!
¿Was spricht die tiefe Mitternacht?
¡Ich schlief! Aus tiefem Traum bin ich erwacht!
Die Welt ist tief!
¡Und tiefer als der Tag gedacht!
¡O Mensch! Gib acht!
Tief ist ihr Weh!
Lust tiefer noch als Herzeleid!
Weh spricht: ¡Vergeh!
Doch alle Lust will Ewigkeit! Will tiefe, tiefe Ewigkeit!
Friedrich Nietzsche, Also sprach Zarathustra (1883-1884)
¡Oh, hombre! ¡Escucha!:
¿qué te dijo la profunda noche?
Desperté de un sueño profundo.
¡El mundo es hondo!
¡Y más abismal de lo que piensa el día!
¡Oh, hombre! ¡Escucha!
¡Sin fondo es tu sufrimiento!
¡Pero el placer es aún más profundo!
El dolor le grita: ¡pasa!
¡Pero todo placer quiere la eternidad, profunda, honda eternidad!
Friedrich Nietzsche, Así hablaba Zaratustra
(traducción al español de Gabriel Restrepo)
1.
Nuestra necesidad de consuelo es imposible de satisfacer. Tal fue el título del sublime ensayo de un inigualable Dichter, el sueco Stig Dagerman (1923 – 1954) publicado poco antes de su prematuro suicidio. Dichter es una palabra preciosa para estos tiempos. Densidad, he ahí un atributo idóneo para una poesía remojada en algo más que filosofía e incluso teología, mucho más allá del lema un tanto facilista del sentipensamiento: sabiduría. Aunque se escriba en prosa. Por tanto la Dichtung es vaticinio, anticipo y anuncio dictado como en la Gruta de las Sibilas por estremecido éxtasis: oráculo en el cual se condensan todos los tiempos como en el tiempo intenso de los aymarás, la durée de Bergson o el Aiun de Carl Jung.
Pagamos la vecindad del desastre por cortar el cordón umbilical que nos une a la placenta de la naturaleza y del cosmos. Fue su canto del cisne más trágico que el enunciado por la misma época por Heidegger al examinar el ocaso de la razón ante una técnica convertida en automatismo cibernético. Un filósofo amante de la Dichtung y que pese a ello no redimió nunca su atadura al régimen nazi que llevó el cruel desmadre al máximo punto de crueldad. Un Leviatán extremado que, como ha examinado Agamben en lecturas hoy obligatorias de la serie del Homo Sacer, venció a los vencedores – capitalismo, socialismo – al inficionarlos con el veneno del terror de las modalidades extremas de subyugación.
Asistimos por la senda de ese inquieto mensajero subliminal del Covid 19 al ritornelo del pasado: primera guerra mundial, pandemia de la mal llamada Gripa Española, euforia de los años veinte, Gran Depresión, New Deal, nacionalismos fieros, segunda guerra mundial, guerra fría, mundo multipolar. Pareciéramos reeditar el preciso relato de Carpentier Viaje a la Semilla con el retorno de populismos de derecha e izquierda.
Tal vez será este un camino obligado de anamnesis global que nos lleve incluso a un lejano pretérito. Porque quizás de la mano de Platón y Sócrates convenga admitir que conocer es recordar y que el aufheben interpretado como el ferrocarril de la marcha hacia el progreso también debería pensarse como retroceso hacia el pasado, conservar superando y no solo superar conservando. Y por ende deberíamos aceptar que la figura de la temporalidad histórica es más parecida a una espiral irregular que a una línea recta o a un círculo vicioso. Espiral en cuyos retrocesos topamos con las antiguas cepas de esclavismo, servidumbre y explotación superpuestas en membrana cifrada en el palimpsesto del sujetamiento contemporáneo.
2.
Es mejor que confesemos como párvulos nuestra ignorancia. Sólo así podríamos agraciarnos con el manto de una inocencia que nos habilitaría para ir al fondo de tanto que desconocemos. Los saberes científicos, tecnológicos y técnicos, discretos y aún sumados, nunca alcanzarán al tobillo de la humilde y gigante sabiduría, la gran expulsada del teatro filosófico y tecno-científico.
Convertir nuestra perplejidad en complejidad pensada es el deber de quienes partimos de la certeza de una lucidez trágica. La ciencia cuenta, por supuesto, pero mejor procederíamos con ella si por ejemplo reparamos en el origen y en la etimología del concepto y método que la resume: el algoritmo, esa condensación de prescripciones en secuencias cada vez más complejas y extensas que nos guían en el saber y el saber hacer. Tal concepto fue acuñado por el sabio islamista Abū Ğa’far Muhammad ben Mūsà entre el siglo VIII y IX en honor a su pueblito de origen: Khwārizmī, antes de ser elevado el matemático a la academia de Bagdad: de ahí el vocablo Al-Khwārizmī. Cuesta trabajo ubicar en Google Earth ese lugar de natalicio hoy situado en una frontera de Uzbekistán. Y da pena saber qué es Bagdad hoy, destrozada su tradición por la furia de las ideologías y gracias al uso calculado de los algoritmos creados por el matemático islamista.
3.
Quizás ello nos sirva de inspiración para pensar que hay una ventaja en un eclecticismo metódico y selectivo que procede de la etimología del sustantivo: ek legein, leer desde afuera. Porque es hora de pensar que desde las periferias de las periferias del mundo se puede poner en la mano el orbe para descifrar sus misterios – por ejemplo, el del extraño minúsculo mensajero del virus –, siempre con la plomada de coraje y libertad. Fue por ejemplo la épica de otro pensador marginal, siempre en fuga, en toda parte exiliado que nunca claudicara en transformar el dolor en pensamiento en el filo de los límites en su periplo de Córdoba a Egipto: el judío Moses Maimónides (1138 –1204): su Guía para perplejos pasó el bajel entre el Escila de todas las creencias religiosas y el aristotelismo. La gran gesta del pensamiento de Kant al afirmar la autonomía de la razón crítica no se entendería sin el precedente de aquella conciliación de fe y de razón. Otro viandante, el gran Ibn Arabi (1165 – 1240) disolvió fronteras de fe y poder al entronizar la sabiduría del amor como principio universal. Son formas de un pensamiento global anteriores a la moda que sirven para pensar en esta encrucijada de nación y mundo.
4.
Complejo es lo que está tejido juntamente, como todas las formas de vida, desde los microorganismos hasta el ente advenedizo que se gloría de pensarlos. Pues estamos membrados de lo minúsculo a lo estelar en el mismo telar sutil de la materia y de la vida. Si rastreamos hasta el fondo de nuestras raíces nos descubriremos como materia, organismos unicelulares, hongos, algas, virus, bacterias, células, organismos invertebrados, mamíferos, simios, neardentales, sociedades y imperios: somos un palimpsesto en el cual se inscribe la historia de la materia y de la vida. Somos naturaleza sintiente y pensante. Es más, somos la naturaleza elevada a conciencia que se piensa a ella misma como naturaleza. Incluso podríamos arriesgarnos a aseverar que hemos sido la peor pandemia respecto a todas las especies vivas, hasta el punto de admitir como posible una sentencia del poeta Novalis: la vida es una enfermedad del espíritu. De nuestro espíritu, debería aclararse.
¿Vocación de Dioses al borde del pleno advenimiento de la inteligencia artificial? Tal profetizan algunos. Pero, ¿cuáles y cuántos Dioses? Uno ha de cuidarse mucho de matar a cualquier Dios si en su lugar impone a un Übermensh tan poco basado en piedad o sabiduría como Hitler o Stalin. Si concedemos que Dios es no solo la proyección de la especie, sino también su vocación – los dioses mueren y nacen una y mil veces –, más valdría despojar al firmamento de la arbitrariedad del panteón de las religiones – el dios de los ejércitos de Israel, el de las cruzadas católicas, el de las guerras santas, el de la revancha israelita, los mesías todos de los socialismos armados –, si no queremos que el demiurgo de la Matrix afiance en el posible panteísmo del futuro el monoteísmo perverso de quienes hoy fungen como sus delegados terrestres por controlar con avidez el valor del cambio y por ende los millones de millones de transacciones de tantos politeístas que somos adoradores en los ídolos de la caverna, de la tribu, del foro y del teatro encandilados por los fungibles valores de uso predicados como paraísos artificiales por los creativos de la caja negra de la publicidad.
5.
¿Puede emerger un inédito paradigma de la complejidad desde esta América Ladina [1] que fuera durante milenios un paréntesis prodigioso en la evolución de las especies y que desde los desencuentros que nos formaron como pueblos – mundos en la escuela del mayor dolor universal transitamos como seres desplazados, descentrados y perplejos porque en el teatro barroco y neo-barroco lo virtual es más real que lo real y todo lo tangible se disuelve en fantasmagorías? Se trata de un poder basado en la palabra portuguesa feitiço – ficticio y fetiche –: es un exceso de simulaciones en una comedia de fantasmas y sombras. Se ha exportado al mundo actual como falsas verdades y simulacros con infinitos engaños. Se trata de un poder basado en la palabra portuguesa feitiço – ficticio y fetiche –: es un exceso de simulaciones en una comedia de fantasmas y sombras. Se ha exportado al mundo actual como falsas verdades y simulacros con infinitos engaños.
El colega y amigo Fernando Zalamea Traba, matemático, filósofo, semiólogo, crítico de artes y letras y de contera insigne novelista, reconocido hace poco como uno de los cien pensadores transversales más decisivos del mundo actual, junto a Giorgio Agamben, lo ha demostrado en el ámbito de la literatura y de la crítica literaria, aunque la salvedad merece suma atención. Al examinar con sumo cuidado el corpus extenso de estos ámbitos de 1924 a 1994 halló allí la emergencia de una razón expandida, potente por reanimar el logos nor/atlántico – tan enjuto por el logocentrismo – mediante su articulación orgánica con el eidos (mundo de ideas) y con el eidolon (mundo de simulacros y representaciones). A lo cual yo he añadido los mitos y ritos, el animismo y la magia, la phoné u oralidad y la complejidad de physis, bios y zoé. Tal fue el fundamento de lo “real maravilloso” y del “realismo mágico” gracias a los cuales fuimos adelantados universales en las letras.
6.
¿Por qué, empero, tal razón expandida no penetra en el sistema social ni vivifica con esa razón potente el conjunto de la cultura ni los mundos de la vida? Por supuesto, la causa estriba en la monstruosa inequidad producida por la concentración gravosa del poder económico con el político y el mediático, mal vigilados y socorridos debido a la precariedad suma del poder académico: inversión muy precaria en ciencia y tecnología y de contera una educación dispuesta para la obediencia, cuando no a la servidumbre, por el privilegio del pensamiento convergente – la instrucción para saber responder – y el sacrificio del divergente, aquel que interroga al saber y al poder.
Mérito del insigne pensador Rodolfo Kusch en su libro América Profunda fue tomar las categorías de ser y estar para examinar la esquizofrenia entre el sistema social globalizado y los infinitos mundos de la vida en esta prodigiosa región. Ser y estar son verbos intransitivos, pero el primero tiende a pensarse como sustantivo – esencias, sustancias y atributos abstractos como riqueza, poder, imagen –, en tanto el segundo exige sin falta preposiciones que indican tiempo, lugar, modo y circunstancias, las más hermosas aquellas que integran el cum latino: comunidad como reciprocidad de dones del afecto, compañía (cum panis), comensalismo (cum mensa), cohabitación, copulación, convivencia, comadre, compadre, convite, compasión, consideración, condolencia; en suma estar en, estar entre, estar por y para los otros.
Fagocitar es un verbo que tomó prestado Kush de la biología para el análisis de las relaciones perversas del sistema social con los mundos de la vida en América Ladina. En sentido estricto significa comer o devorar. Para resumir, el sistema social regido por esa lógica del ser metafísico develada por Heidegger, humilla a los mundos de la vida con la devaluación de su estar ahí. Pero a contravía, estos reaccionan fagocitando al sistema social: casi un acto caníbal de contra seducción por el cual a su turno devalúan la rigidez del control social con estrategias tan diversas como el carnaval, las fiestas, la comida, el relajo, lo que en Colombia llaman social-bacanería, la sexualidad, las drogas, el contrabando, los bandidos, la delincuencia, la insubordinación. Y lo peor, uno y otros se nivelan con los peores defectos de ambos: corrupción, matoneo organizado, nepotismo, gamonalismo. La pervivencia de una rancia hacienda es proclive a esas aleaciones deletéreas.
Inevitable pensar que en este desgarramiento de un recíproco canibalismo social (los tragados por la plusvalía que en respuesta regurgitan en la boca de los amos) se prueba algo más que la futilidad de los lemas de los escudos. “Libertad y orden” en Colombia salado como libertinaje o autoritarismo. “Por la razón o la fuerza” en Chile demuestra devenir casi siempre fuerza más que razón. “Ordem e progreso”, el ideal positivista de Brasil, revela ser más autoritarismo militar que el caos casi cosmos democrático de samba y carnavales. Pues tras la mampara de una confianza no respaldada en una solidaridad afectiva y efectiva se erige siempre el bastón de mando del Leviatán.
7.
Pero el traspaso de la metáfora biológica a la social revela un complejo problema que será necesario resolver si se quiere que la salida de la crisis de salubridad actual no degenere en la entronización de estados de excepción y de regímenes de sanidad pública amparados en un retorno al nazismo, a los gulags o a esa pulicía de los comités de sanidad de la Revolución Francesa.
Todas las imágenes del otro, el extraño, el distinto como fuente potencial de contagio a quien ha de desterrarse o matarse; todas las némesis del chivo expiatorio; todas las purgas y progroms decretados en nombre de la pureza y limpieza de sangre, o de lengua, o de epidermis, o de religión, o de sexo, o de indumentaria, o de costumbres, o de credos, o de dietas sagradas o de creencias vuelven en esta espiral del Covid-19 como revenants, fantasmas del pasado muy dispuestos a revivir al detal o al por mayor. Desde los furiosos nacionalismos que cierran fronteras y tratan a los foráneos como focos del mal hasta la populismos de izquierdas o derechas que prometen mitigar la ansiedad y el temor con un equivalente funcional de los campos de concentración, hasta el uso de la tecnología digital para la inspección telemática de la propagación de los contagios, todo alerta contra una estrategia contraria a la mesurada profilaxis social democrática, racional y solidaria de la pandemia.
8.
Ahí es cuando nuevas epistemes y teorías amparadas en esa razón expandida y potente fundida en el ideal de sabiduría deben ejercer el poder de imaginación y conocimiento para disolver espectros pretéritos mediante el oficio de arquear nociones cruciales. Lo decisivo es librar a las ciencias de la salud y a algunas de sus nociones cardinales de una espuria asociación con las guerras. Porque puede ser muy peligroso que así como se dice que la diplomacia es la continuidad de la guerra por otros métodos, bien podría extenderse la figura al afirmar que la epidemiología es la secuencia de la guerra y de la diplomacia por otros medios. O peor, su antesala, como tantas veces se entrevé.
Es cierto que las nociones de pandemia y de epidemia derivan del gran Hipócrates. Pero si se miran al trasluz de la tragedia griega, en particular de la saga de Edipo de Sófocles, se advertirá de qué modo dichas nociones todavía están permeadas de la mentalidad de la antigua sabiduría indoeuropea no extinguida del todo en el siglo V Antes de Cristo. Porque pandemia significa en estricto sentido aquello que sobreviene como algo excepcional a todo un pueblo, pero como lo concebía el mismo Hipócrates tanto en salud, como en enfermedad, y no solo entonces reducida a este último término. Pandemias de paz o de alimento como la lluvia imaginaria del maná en el desierto, fueron breves pero fulgurantes, como la que instituyó la frágil democracia y con ella la filosofía. No por hablar en el ágora, como se dice, sino por una isegoría pensada como la igualdad de los ciudadanos en el poder de interrogar al poder. Igual ocurre con la palabra epidemia, que significa en la ambigüedad sustancial del primitivo griego en tanto permeado por la equilibrada mentalidad indoeuropea todo cuanto afecta la superficie de un pueblo, tanto la salud como la enfermedad.
Mi hipótesis, que por supuesto más puedo rozar que demostrar, indicaría que fue con el imperio latino y su continuo estado de guerra como las palabras y los conceptos adquirieron sólo el carácter negativo de la enfermedad y desde entonces se asocian a un estado de guerra y de excepción. Ello se trasluce por ejemplo aún de modo tardío en el neologismo de inmunología acuñado en el último tercio del siglo XIX. Es un compuesto de la palabra griega logos, saber, con un sustantivo, munus, derivado del verbo munio. El sustantivo y el verbo revelan cargos y oficios, pero ante todo los relativos a la milicia y por allí deriva en fortalezas y en defensas guerreras, lo mismo que en munición. Pero por extraña y maravillosa coincidencia de munus se deriva también el don o el regalo y es así como se acuña en la palabra comunidad, cum munitas, como reciprocidad donante. Y nada más opuesto que comunidad y milicia.
9.
Para resolver esta aparente aporía hay que recurrir a muchas palabras indoeuropeas que son pródigas en vincular contrarios: gift es regalo, pero también veneno, así como se desdobla en las acepciones inglesa y alemana; hostis-spes nombra tanto la hospitalidad como la hostilidad. La preciosa palabra Gast, huésped, se relaciona con el Ghost, el fantasma. El polisémico vocablo del Dhwer significa no solo el unilateral foro o afuera al que lo redujeron los derivados del indoeuropeo sino que es a la vez dentro y fuera, como es propio del dintel y según mi suposición del himen femenino. Lo común a las acepciones contrarias es mentar sin nombrarla la capacidad del don del amor para domesticar el fantasma al disolverlo como huésped, trocar el veneno en remedio y domiciliar lo foráneo. Que es la mejor estrategia respecto al Covid 19 ese rizoma de mutaciones continuas siempre en un trance que traiciona la lógica de identidad fija como lo expone en forma magistral un ensayo presentado en esta serie del Ateliê de Humanidades, Vírus, um rizoma.
Edipo fue pharmacon en el triple sentido en las dos tragedias: conjurar una plaga–la esfinge –, luego encarnar otra peste – la violación de las leyes de parentesco – y en Colona purificarse de la pestilencia propia y de la estirpe – las guerras fratricidas – por purga, catarsis y anagnórisis. En el primer momento libra del mal al saber responder; en el segundo sufre por saber esperar reprimiento el poder para clausurar la pregunta; en el tercero es elevado como arquetipo de Atenas a las puertas de la ciudad porque transformó la arrogancia del poder en humildad y su ignorancia e inocencia en sabiduría por el coraje e ir hasta la raíz de su condición sapiente y demente.
De Diotima la extranjera de Mantinea que fuera mediadora entre los mitos y ritos órfico-pitagóricos y el nacimiento de la filosofía se dice que fue una sacerdotisa que libró a Atenas de una epidemia de pulgas. Cómo lo hizo es un misterio. Pero no debió ser extraño al retruécano implícito que subyace a su discurso en El Banquete: enunciar la filosofía como amor al saber y, como sabemos por el propio Sócrates iniciado por ella, encarnar el amor al saber como saber del amor.
10.
¿Cómo domar y domesticar al Covid 19? Nunca como ahora se probará la distinción entre una cosmovisión homeopática y otra alopática. La primera se funda en la sentencia acuñada por Hahnemann (1775 – 1843) extraída de la larga tradición no solo médica, sino epistémica y sapiencial: similia similibus curantur, lo semejante cuida y cura lo semejante. Empleo el artículo neutro para incluir no solo los géneros, sino las especies todas, al modo de San Francisco y aún la materia inerte como en todo animismo basado en las correspondencias. La segunda se ampara en el lema contrarius contrarium curantur, lo opuesto cura lo opuesto. Su máxima extensión a la teoría jurídico política de la soberanía del biopoder fue formulada por Carl Schmitt como la radical oposición de amigos y enemigos que ha sido el mandato de cualquiera de los imperios existentes y que hoy por desgracias tiende a retornar.
De una arqueología del Sumak Kamsay, el saber vivir arraigado en los mundos de la vida de esta región, más antiguo que los epifenómenos advenedizos mencionados a propósito de la visión de Rodolfo Kusch por recoger el limo más que milenario del neolítico americano, he atisbado los perfiles de un modelo eco-bio-sófico coincidente con el desarrollado por la sapiencia universal en otras latitudes, opuesto al alopático modelo que bauticé como cibernético imperativo.
Explayar las distinciones llevaría demasiado lejos. Baste indicar que, como en un árbol, el intercambio de nutrientes del rizoma con la luz solar es productor del milagro de la fotosíntesis que circula como savia y se beneficia como el fruto del cual se desprende nueva semilla, en el modelo eco-bio-sófico esta realimentación se produce por la confluencia de cuatro dimensiones de la autopoiesis: la autopoiesis orgánica, tal cual la estudiaran los biólogos chilenos Maturana y Varela; la autopoiesis de la reciprocidad donante de los mundos de la vida basada en la gratuidad del afecto; la autopoiesis solidaria distintiva del sistema social, respecto a la cual una distinción se impone: ella trasciende la confianza porque sin tal fundamento dispuesto para superar la inequidad, la fe se desploma como depresión económica o psíquica, a tal punto que la homeostasis termina por depender de la seguridad; y la poiesis simbólica en las cuatro dimensiones de la cultura, por ejemplo el algoritmo tecno-científico; la creación y recreación estéticas y expresivas; los tejidos éticos; y las constelaciones de la cultura profunda, justo aquellas que mueven la razón profunda y animan el logos: mito-poiesis, magia, imaginarios, teología, filosofía y sapiencia: limo donde florece la rara especie de la poiesis simbólica en clave de Dichtung como la he develado con la traducción y las glosas de los 56 Sonetos a Orfeo de Rainer Maria Rilke.
Virus pasarán y otros vendrán, así como depresiones económicas y anímicas y turbulencias atmosféricas. No sería prudente esperar redenciones súbitas. Cuánto dolor es necesario aún para mutar conciencias es algo que no sabría predecirse, solo presentir que será indispensable abrir el compás para figurar el paso de decenios. No viviremos para atisbar otro orto.
Pero de esta experiencia mucho habrá de aprenderse: cómo graduar la economía solidaria con la salud; cómo transformar venenos en remedios y pasiones tristes y violentas en calmas y alegres; cómo domesticar lo ajeno y ganar en co-pertenencia respecto a la naturaleza toda; cómo pasar indemnes entre el escila del colectivismo gregario y el atomismo del mercado mediante la intervención del Estado equilibrada con la agencia de la esfera civil aunadas en la protección y perfeccionamiento de la democracia; cómo favorecer la expansión de la ciencia y la tecnología sin el riesgo de un control paranoico de la población; cómo transformar todas las dimensiones de la socialización en beneficio de la creatividad y recreación continuas; cómo articular las distintas actividades de la cultura en pro de una mayor sabiduría y sapiencia. En suma, para transformar el fantasma de una pandemia deletérea y disolvente en una pandemia de cuidado recíproco.
Los indoeuropeos acuñaron una palabra milagrosa: Gar. Ella es el origen etimológico de la palabra inglesa care y de sus asociadas en castellano, cuidado y cura. Para sorpresa mayúscula, esta palabra no significa empero cuidado. Es: ¡sollozo! Y porque hay sollozo habrá de advenir el cuidado. Maravillosa causalidad inversa y recíproca como un mágico cordón umbilical de la psique.
Hoy estamos en un mundo con infinidad de sollozos sin cuidado. De ahí que entre todos los sentidos quizás el más indispensable sea el de una escucha profunda. Una escucha que vea la voz del dolor; que palpe la grieta de las heridas; que vislumbre el color de las quejas; que olfatee en el aire la textura del habla de la naturaleza; y que antes que a los remedios, por supuesto indispensables, se abra a la misericordia, a la compasión, a la caritas y al ágape. Sin ello estaremos tan perdidos como Stig Dagerman y terminaremos por repetir la terrible profecía enunciada por Heidegger en su última entrevista: que solo un Dios podría salvarnos.
Nota
[1] Renombro a la gran región de América Latina como ladina porque el ya asentado nombre fue acuñado entre 1850 y 1860 por uno de los más lamentables poemas de la historia, titulado Las dos Américas, escrito por el colombiano Torres Caycedo en su estancia en París y obedecía a un designio imperial francés contra el norteamericano: es un poema simplón que pese a ello se instaló desde entonces en el imaginario de los habitantes de esta región como una cantinela contra el “imperialismo yanqui”, juzgado en términos de propaganda muy superficial como son todas. Además honro lo mejor de la tradición hispanoamericana porque el concepto del ladino fue en el albor de la lengua romance del castellano fecundado por la prodigiosa aunque efímera confluencia en Toledo con el hebreo, el árabe y el latín sirve para examinar pródigamente nuestra multiplicidad lingüística y nuestra fabulosa multiculturalidad.

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